sinfonía n13 re mayor

Antes de marcharse derribó los libros de las estanterías y encendió con ellos una hoguera en el patio, justo al lado de donde estaba enterrado su perro. El aire de la tarde venía cargado con el olor de la lluvia y él pensó que tendría tiempo de quemarlo todo. Después buscaría su maleta en el desván y metería en ella un par de camisas. Nada más. Cuando ella llegase a contarle sus mentiras sería tarde, ya llovería y unas brasas humeantes en el patio serían la única huella de que él estuvo allí. Todo quedaría limpio finalmente y cuando amaneciese de nuevo él estaría lejos olvidando lo más rápido posible todo lo ocurrido desde aquella tarde fatídica en que la encontró en la cola de un cine. Sólo esa sería su venganza; no dejar que ella supiese hasta qué punto conocía él su pasado y que en realidad no lo engañó nunca.
La lluvia apagó la hoguera y dejó a Hamlet y a Mi Lady y a Mathias Hoepke con la palabra en la boca. Acabando siempre sus frases en un borde quemado. Contempló los restos con la maleta en la mano, empapado, mientras las gotas bajaban por su cara, por su cuello, por sus brazos, como un torrente furioso. Y así se quedó. Pálido y mojado.
Ella se sentó a su lado, a la luz de una vela y mientras los envolvía la noche comenzó a contarle sus mentiras. Aullaba un perro y él bebía en silencio mientras hacía ver que la escuchaba.

Extraido de "Sinfonía número 13 en Re mayor para cuervos y orquesta" de Marcel Tennembaum
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