Por un susurro

Cuatro cuarenta y cuatro de la mañana.

Hoy fue día 15, podía haber sido cualquier otro día, pero desde que ha empezado hasta que ha terminado me han ocurrido todo tipo de situaciones, a cada cuál más.. más.. descriptiva..


Top 1: vida.

Se fue mi vida. Evidentemente no es que se me apagara el corazón, o que me llevara un coche por delante como en su día ya me ocurriera y tuviera que aparecer mi Santo para salvarme y decirme que ésta no es tu hora.. o que algo me queda por vivir que hará indispensable mi presencia en el planeta.

Recuerdo poco antes de que llegaran las doce, la hora cero que marca la entrada de un nuevo día siendo noche..
Así de descriptivo..

Cuando me bajé del coche, a menos dos horas más o menos del día 15, ya no llovía. Había estado toda la tarde y toda la noche lloviendo y había tenido que sufrir consecuencias rojas para un día que se antojó completamente rojo. Muy al estilo de un desayuno con diamantes.
..pero fue cena con diamante..

Al salir del coche caminé hasta la puerta de mi portal y me ausenté por unos segundos de mi cuerpo. Mi corazón palpitaba tan fuerte que parecía que quería salir. Supongo que ya no aguanta más al cerebro que lo acompaña y que provoca todo tipo de situaciones infértiles que llevan siempre a que él, sin ser partícipe de ellas, quiera abandonarnos.

Miré el número de mi portal.
15.
- Siempre 15- me dije en voz alta, y, parado, de pie, sin poder moverme ya de tanto cansancio acumulado y de tantos problemas a los que estaba sobreviviendo, me atusé la estrella de la gorra sobre la frente y empecé a caminar.
Anduve como una hora y media por Pamplona sin otro pisar que el verde de siempre. Anduve y anduve sin poder escuchar susurros de Enrique, ni de Andrés, ni de Quique, ni de Joaquín, ni de Ismael.. Había dejado el cable sobre mi cama porque cuando lo tuve en la mano pensé que no lo iba a necesitar. Esperaba una noche de conversaciones y no de susurros.
Me dediqué a mirar de vez en cuando mi blackberry mientras empezaban a surgir lágrimas, algunas canciones entrecortadas por mis labios y algunos cigarros mal fumados..


Top 2: siguiendo el rastro.

Cuando de nuevo me acerqué al número 15, y más cerca de la hora cero del día 15, resoplé mientras imaginaba la cara de mi madre al hablarle, la de mis hermanas que tanto les gustaba su conversación, la de mi padre al decirle que volverá aquel nota sin tranquilizar y aconsejado.. y la de mi abuela cuando supiera que, una vez más, tendría que esperar a conocerla..

Dejé mi abrigo sobre la cama, arrojé la estrella como si nada me importara y me quité el jersey mientras andaba por el pasillo hasta mi madre. Lo posé sobre mi hombro izquierdo como mil veces antes, pero ésta con más pausa, con mucho más cuidado, para que nada de lo que podía mantener se cayera ya.
- En serio?
Le conté que después me había ido a dar una vuelta y ella se enfadó por haberlo hecho solo, porque a saber que me podía pasar, entre balas, corazón y sentimiento estaba arriesgando demasiado.
- Pero es que necesitaba respirar- me excusé mientras me iba de vuelta a mi habitación para seguir con todo lo que había trabajado desde hacía días atrás.

Fue entonces cuando antes de sentarme de nuevo en mi silla, el radar volvió a sonar para decirme que La Pareja había estado cenando en casa de una amiga, y me proponían seguirles el rastro hasta el bar de enfrente, que tenía cerveza a un euro y cubatas a cuatro.
Accedí por salud (senti)mental, no por ganas, y de nuevo me coloqué la estrella en mi frente, cual clavo calamaresco clavado para soportarlo todo, y caminé de nuevo hasta allí, esta vez sí, con susurros nuevos para acompañarme en mis soledades viandantes.

Al llegar a la puerta del club miré alrededor, como si realmente esperara ver pasar mi vida por las calles, y abrí la puerta extirpándome otra vez la estrella y bajando la cremallera de mi abrigo veneziano.
Estaban al fondo, él con vodka amarillo, como siempre, con su sonrisa de siempre, plena, entera, feliz; ella, mirándome a los ojos, me preguntó si estaba bien.

Al despedirnos quedé con él en verle esta mañana. Teníamos recados que hacer juntos y le dije que por esta vez podía hacerme madrugar, porque seguramente no iba a dormir demasiado y a nada que algo me interrumpiera el poco sueño que albergaba haría que me despertase mucho y en un instante. Lo comprendió y no le dio más vueltas. Me extendió la mano, ella me dio un beso en la mejilla, fuerte y cariñoso, y me perdí de nuevo hasta el número 15.
Ésta vez sí, ya estaba perdido definitivamente en el 15..


Top 3: la cruz mal clavada.

Una vez más y como viene siendo costumbre esta semana, me ha despertado una llamada extranjera, de la capital que no debiera ser, pidiéndome más y más datos, más y más trabajo que hacer y más problemas que tener que resolver. Ha sido la cuarta vez que me despierta una llamada que no puedo responder y seguir durmiendo.
Aún faltaba una hora hasta que llegaran mis dos compañeros (y soportadores) de aventuras [desde aquí, gracias y perdón], así que he decidido ir gastando trabajo.

Cuando hemos llegado al lugar, y antes de salir del coche, me he asegurado de llevar las gafas de sol puestas. No quería que nadie ajeno viera mis ojos cansados y trasnochados tras una semana de deshielos. Había dormido apenas dos horas sin saber muy bien cómo gestionar los sueños que tenía.
Al pisar tierra, una mirada al reloj. Para saber la puntualidad del día de hoy. Y de la aguja grande y estrecha a la rayita norteña, 15 minutos exactos. Al verlo y darme cuenta, he mirado a mis compañeros y les he señalado sin decir nada la puerta de aquel lugar tranquilo en Carlos III. He arrancado a andar hasta el portal del Santo y al entrar le he mirado con un ápice de resignación (que no debiera).

Hacía un tiempo que no me acercaba por allí, y sigo sintiéndome como en casa.. La última vez me costó una conversación bastante interesante sobre la fe y todo lo que (re)produce..


Top 4: justicia y montañas.

No he podido digerir muy bien la comida. La bechamel deliciosa de mi madre que acompañaba a las espinacas, hoy se me ha roto en el estómago justo cuando me he tirado a fumar ese único cigarro del día que sabía tranquilo estas semanas; obviando los de las conversaciones interesantes que no puedo olvidar.

Una llamada amiga me ha confesado que no quería dejarme solo esta noche y me ha propuesto cenar juntos. Se había enterado de todo lo malo que me estaba rodeando y quería distraerme mientras su novia terminaba sus deberes universitarios. Al acceder le he comentado que a la tarde tendría que someterme a una intervención de la socialdemocracia pamplonesa y que, más que probablemente, llegaría tarde.
- Tranquilo que aquí estaremos- ha respondido con su hablar ribero.

Al final he llegado tarde a una concentración de personas que he sentido como ajena. Un par de centenares de personas que proponían solucionar miles de problemas con su gurú periodista al frente, pero que no saben (o no quieren saber) que realmente a quienes toca hacerlo es precisamente a la generación que está cansada y ahogada por lo que ellos mismos han creado.

He escuchado hablar de justicia social cuando ellos sientan cochazos, besan marlboros y lucen arreglos modales que pocos de nosotros podríamos pagar. Me he indignado un rato por ello, porque proponen soluciones pasadas de moda porque nosotros estamos hartos de esa moda, pero por lo menos me he sentido satisfecho al salir: “han descrito la sociedad como un manicomio en el que los de 50 entienden a los de 40, éstos entienden un poco a los de 30, y los últimos apenas comprenden nada de los jóvenes, ni de su tecnología, ni de sus formas, ni de sus mecanismos para relacionarse y para vivir”.
- Y se ha atrevido a decirlo? Hay que tener muchos co_ones para hacerlo- me apunta mi compañero. “Tenías que haberte quedado”.

La cena ha sido larga, con platos largos y calientes, cocinados con tiempo y dando margen para un cigarro mientras se prepara el siguiente, pero al menos me ha servido para volver a estar con ellos y verla a ella, que había suspendido algunas cosas y estuvo bastante triste una temporada.

Al volver a casa andando, susurros.
Es la sensación que tenía hace un par de horas antes de ponerme a escribir este post: te necesito oír Enrique, de tu consejo, de tu voz cavernaria y de tu refinado sentimiento de cuarentón bien vivido. Ojalá pudiera conversar unas horas contigo como aquellas veces tras los conciertos..

He caminado hasta esta silla y esta mesa entre montañas, recorriendo la bruma pamplonesa de invierno a las cuatro de la mañana, sólo, cuesta arriba, cuesta abajo, y he fumado el último cigarro antes de jugarme lo que queda de mis yemas.


Top 5: apartando estrellas.

Ahora me tumbaré sobre la almohada.
Me echaba de menos, me dijo el otro día.
Pondré un aviso de antiaéreos a una hora prudencial que pueda dejarme dormir más o menos tranquilo, y miraré al techo de mi habitación mientras pienso en el día de hoy, o en la semana tan larga y lamentable que he tenido. O tal vez llore, o tal vez por fin pueda dormir sin sueño ni sueños que soñar..

Quiero poder dormir a estas siete menos cuarto pasadas de la mañana. Quiero cerrar los ojos con la primera estrella que aparte su luz y que, al despertar, todo haya sido una pesadilla permutable por la felicidad de que aún hay alguien que me espera allá, donde crecen rosas blancas, rosas y amarillas.

Buena Suerte y Hasta Luego.

Posted on 06:44 by E and filed under | 0 Comments »

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