Confesión II

Voy a pintar en la pantalla que escribo..
Pinceladas también para ver si estas líneas al terminarlas explican algo..
Y también me reiré de la esperanza de que a alguien, esta concatenación de errores, mentiras y taquicardias (puede que a mí también), puedan hacerle despertar..
Para los que no me conocen, mis formas son extrañas. Soy amante de la historia y de los hechos reales, “datos” que diría en un momento dado de poca inspiración para definirlo. Me encanta la historia, de hecho soy un cúmulo de errores históricos. Como todos los errores, como toda la historia..
Y otra cosa, soy amigo de Orson. Y sí, mi amigo está loco. Y puede que yo también. Y en alguna parte de mi locura ya se afianzan las sensaciones a las que tendré que acostumbrarme a este amor que pasea sobre tirolinas y sin red..

Ya han pasado unos días de aquella charla. Nos citamos, teníamos que vernos más tarde para una Presentación y podíamos quedar antes para nadar en mi primer Inurrieta de invierno. Y vos, que sabes de corazas y de góticos búnkeres, podrás darte cuenta de lo que es un alter ego. De esta forma, dos hombres (por no decir otra cosa), pudieron revelarme que sí que albergo rasgos de locura.

Me habló en detalle de que todos estamos locos y que hago mal en empeñarme en que la locura siempre es una puerta abierta, como si fuera una nueva forma de ver el mundo. “Ésta es la realidad, y si no la ves así es que estás loco. Así que si tú ves cosas que no están ahí, que no son reales, es que estás loco. Aunque si realmente lo ves y está ahí y yo no lo puedo ver, entonces el loco soy yo”.
Me quedé mirándolo sin poder hacer otra cosa. Después me dije desde cuándo este tipo ha pasado de loco desquiciado a persona lógica.
- Eso es, lógica- me espetó sin que yo abriera la boca para decir nada. Y me di cuenta que me mentía y que también lo hacía a él mismo. Por qué? Con tal de seguir vivo y enganchado a algo. Y sí que le dije: para qué?
- Para no tirarte ventana abajo –apuntando con el dedo-. Tenemos una ventaja: escribimos y.. –se calló, miró el vaso vacío y sirvió otra vez.
- Tienes en mente algún escritor borracho en su folio vacío?
- Ahora mismo no.
- Por supuesto. La literatura de por sí ya sirve..
Después de unos segundos mirando infinitos en silencio le pregunté si todos estábamos locos.
- No. Todos no. Tú y yo. Nobody else. Pero no quieres sentirte tan solo. –y la camarera, pareja de mi vecino y compañero de partidos en el Sadar, se llevó el plato de cacahuetes (la realidad es así de simple y tan poco literaria), y hizo que nos distrajéramos para liar otro cigarrillo.
- Verás. Tú –y su dedo me señalo entre papeles OCB- escondido en tus perfiles, en tus letras, en tu búsqueda de empleo, en tu busca de tu tranquilidad, si, tú (y el dedo escarbó entre mis entrañas) estás loco. Y cuidado, como dices: aquí no se salva nadie. Hay grados..
- Como en la vida.
- Sí, claro. Es la vida.
Y antes de que yo empezara a hablar de ti disertó sobre el papel de escritor, de asesino de sueños, de la barba sin origen conocido, de mi hermana, de mi vecino y compañero del Sadar.

“Se puede amar de muchas formas, pero el amor se puede resumir en dos: un amor tranquilo, sereno, con horario de agenda, de nueve a una y de cuatro a siete u ocho, de oficina, de fondos de armario encajonados y terrenos estériles, de hoy cenamos fuera, de sexo los sábados por la noche, de cena con amigos el viernes, de vacaciones en la playa, de gris, de no chilles, de delante de la gente no, de no escribir, del vino siempre como solos, de leer sólo por el aire que te cuesta respirar, de noches terminadas a golpe de aguja de reloj.
El otro amor es de rosas con espinas, inquieto y de sangre en las venas, paseando por la calle, con estrellas sobre las cabezas, desordenado, sin cena y a la cama (o con pintxo al salir del trabajo y desayuno en la cama), de palmada en el culete y caricia al lavarse los dientes, de besos mordiendo, se sol de repente, de nubes, de cielo encapotado a punto de romperse, de escribir, de vino que siempre falta, de despertadores que suenan en plena noche, de ying y yang en la misma habitación, de ti, de estas fotos que tengo de verte.
Y de esos dos amores tienes de los dos. Arréglate tío. Pero sobre todo aprovéchalo.”

Bebí mi último sorbo de vino antes de marchar mientras escuchaba en mi cabeza a Sabina, recogimos nuestras cosas y nos fuimos, él sonriente como siempre, yo con un tiro en la nuca a seguir haciendo cosas. Esa noche no dormí mucho, como las anteriores, pero pude soñar sudando como siempre últimamente, como abstinencia que es, soñándole a ella y soñándome a mí.
Quién me escucha ahora?
Quién puede oírme contar esto?
Quién machaca los cristales del jarrón?

Y sí, tengo un gran sueño. Y dicen que esté tranquilo, pero yo no les quiero creer.
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