Sólo quiero vivir para buscarte,
sólo temo morir antes de hallarte,
sólo siento vivir cuando te llamo;
y, aunque vivo ardiendo en vivo fuego,
como la entera voluntad te niego
no me atrevo a decirte que te amo.

Concha Urquiza
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Estrenamos diseño

Posted on 14:35 by E and filed under | 0 Comments »

Principios básicos de un informador anónimo

No emitiré información falsa, será veraz y probable.
No juzgaré en mis comunicados, seré imparcial e inflexible.
No difamaré, puesto que la verdad no es injusta.

Buena Suerte y Hasta Luego
Posted on 01:22 by E and filed under | 0 Comments »

Hay partida

(con Quique González en el corazón)

He venido a beber y a escribir
he venido a coger lo que es mío
por eso estoy aquí.

El anillo que debo comprar
un vestido de novia oficial
y un traje azul marino.

Se ha caído el jockey
del caballito
tú quédate aquí
yo tiro.

Esta vez no te voy a mentir
necesito un minuto contigo
y un finde sin dormir.

El peligro que debo esquivar
el sudor de los cuerpos vencidos
y luego nada más.

Se ha caído el jockey
del caballito
tú quédate aquí
yo tiro.

Cuando no se rompe
se queda frío
tú quédate aquí
yo tiro.

Jugadoras de hockey
en la calle Cielito
y yo me voy de vacío.

Hay partida
mientras uno de los dos lo impida.
Hay partida.
Posted on 01:06 by E and filed under | 0 Comments »

Las pruebas de amor de Ulises

Ulises y Penélope tuvieron que pasar todas las pruebas de amor imaginables: dos décadas de separación, la guerra, el tardío regreso a su casa y el acecho de miles de candidatos a Penélope. Pero al final de La Odisea, cuando ya casi habían pasado la hechicera, el cíclope y las sirenas, ya en Itaca deben pasar una de las pruebas más difíciles: Ulises (Odiseo) tiene que demostrarle a su mujer que él es su marido. Si bien su hijo (Telémaco) y su anciana nodriza lo habían reconocido anteriormente Penélope no había llegado a hacerlo. Después de varias pruebas para demostrar quien era, Odiseo ya empieza a enfadarse, entonces tiene lugar este dialogo:

“Querida mía los que tienen mansiones en el Olimpo te han puesto un corazón más inflexible que a las demás mujeres (…) Vamos, nodriza, prepárame el lecho para que yo también me acueste, pues ésta tiene un corazón de hierro dentro del pecho.”

A lo que Penélope le responde:

“Querido mío, no me tengo ni en mucho ni en poco, ni me admiro en exceso, pero sé muy bien cómo eras cuando marchaste de Itaca en la nave de largos remos. Vamos, Euriclea, prepara el labrado lecho fuera del sólido tálamo, el labrado lecho que construyó él mismo. Y una vez que lo hayáis puesto fuera, disponed la cama –pieles, mantas y conchas resplandecientes”. Así dijo poniendo a prueba a su fiel esposo.

“Mujer, esta palabra que has dicho es dolorosa para mi corazón. ¿Quién me ha puesto la cama en otro sitio? Sería difícil incluso para uno muy hábil si no viniera un dios en persona y lo pusiera fácilmente en otro lugar; pues de los hombres ningún mortal viviente, ni aun en la flor de la edad, lo cambiaría fácilmente, pues hay una señal en el techo labrado y lo construí yo y nadie más. Había crecido dentro del patio un tronco de olivo de extensas hojas, robusto y floreciente, ancho como una columna. Edifiqué el dormitorio en torno a él, hasta acabarlo, con piedras espesas, y lo cubrí bien con un techo y le añadí puertas bien ajustadas. Entonces corté el follaje del olivo de hojas anchas, empecé a podar el tronco desde la raíz, lo pulí bien y habilidosamente con el bronce y lo igualé con la plomada, convirtiéndolo en pie de la cama, y luego lo taladré todo con el berbiquí. Comenzando por aquí lo pulimenté hasta acabarlo, lo adorné con oro, plata y marfil y tensé dentro unas correas de piel de buey que brillaban de púrpura. Esta es la señal que te manifiesto, aunque no sé si mi lecho está todavía intacto, mujer, o si ya lo ha puesto algún hombre en otro sitio, cortando la base del olivo”.

Así dijo, y a ella se le afloraron las rodillas y el corazón al reconocer las señales que le había manifestado Odiseo. Corrió llorando hacia él y hechó sus brazos alrededor del cuello de Odiseo, besó su cabeza y dijo: “No te enojes conmigo, Odiseo…”.
Posted on 23:12 by E and filed under | 0 Comments »

Salitre

Posted on 18:05 by E and filed under | 1 Comments »

20 minutos

Eran las ocho menos cinco de la tarde y aún estaba sentado frente al televisor viendo junto a George el último programa de ‘allá tú’. Con el casco en mano, las gafas de sol colgadas y las mangas remangadas mientras apuraba los últimos instantes de inspiración, me apresuraba a imaginar el próximo viaje con La Dolorosa.
Había pasado la tarde entre vinos claretes, regados por el sol primaveral que amanece estos días en Pamplona. Pero estaba nervioso. Era como una vuelta a una primera vez y como si lo fuera me presenté en la calle, casco de verano en mano y con un cigarro recién liado entre la comisura de los labios. Hoy había decidido sacar por primera vez el casco que guardo para las temporadas estivales, mucho más abierto y menos caluroso que el de invierno.
Dolorosa presumía estos días de potencia y vigorosidad. Recorría las calles con el aire fresco en sus pulmones y eso hacía que fuera más ligera, pero sin embargo hoy traía consigo el aire desgarbado de un día de agosto y el paso lento pero firme de un paseo dominguero. Había más de veinticinco grados y eso a ella le hacía más pausada, y el camino al punto de reunión de las tardes aunque de recorrido métricamente corto surgió extrañamente largo. Al llegar, la prisa.
Tenía que mover un coche de una zona azul vigilada por un gusano al servicio del ayuntamiento que rondaba y deseaba multar. Tenía que hacerlo de forma urgente y, para no fastidiar la sorpresa, había de dejarlo en un lugar seguro y después plantarme de nuevo en el lugar de quedada en lo poco que Ella tardara, y todo esto tratando de salvaguardar el futuro de una tarde que quería fuera la primera de la primavera. Así que dí un par de vueltas tras dejar a La DoLo bien aparcada y dejé a LoLo en sitio seguro para el juego del escondite de Barcina.
Al salir, liado un nuevo cigarro para la andada de vuelta hasta donde Ella me esperaba, cogí unos tacones que encontré bajo su asiento, el casco que había dejado con las prisas y caminé, sin ningún esfuerzo, de nuevo a buscarla.
Parecía una situación nueva pero no lo era. Me encontraba subiendo la cuesta de la calle Tajonar a las ocho y diez de la tarde, vistiendo baquero y con un casco y unos tacones en mi mano mientras fumaba con la otra: “cualquiera que me vea..”. Al doblar la calle para seguir subiendo por Monjardín decidí pasar justo por delante del Club de Tenis. Quería pasear mi escena delante de los clasistas pamploneses, sabía que era un amago adolescente por demostrarles que se puede vivir con mucha más ilusión sin tanta necesidad, pero de alguna manera sentía que este momento lo exigía.
Cuando pasé por delante, una familia de recatados pamploneses salía, dos muchachas modelo de los 90 me miraban incrédulas y unos tipos, con sus camisas ya de entretiempo, observaban protectores la escena. Con el paso de cebra por delante y después de una calada entre tanta colonia cara doblé de nuevo una esquina para plantarme tras el tótem franquista de la plaza Conde Rodezno. Allí la gente se agolpaba en los bancos y se oían las conversaciones bajo los últimos rayos de sol.

Buena Suerte y Hasta Luego
Posted on 05:01 by E and filed under | 0 Comments »